lunes, 19 de abril de 2010

Lecciones de Competitividad desde la Rivera.

En las infinitas salidas de campo cuando éramos de niños al museo del petróleo o a la Refinería en visitas industriales, nos relataban el cuento con gran fascinación: a principios del siglo veinte, el coronel José Joaquín Bohórquez le presentó a Don Roberto de Mares unas muestras de petróleo obtenidas en el campamento de Infantas durante una de sus expediciones por las selvas de la región en busca de Caucho. Con favorecimientos políticos y gracias a su cercanía con el Presidente Rafael Reyes, De Mares obtuvo una concesión a treinta años en la zona aledaña a lo que hoy es Barrancabermeja.

De Mares no tenía el dinero necesario para iniciar la explotación petrolera. Por casualidad, en 1915 el empresario tuvo la oportunidad de conocer a John Leonard, especulador estadounidense quien se interesó en el negocio al igual que tres de sus socios: George Crawford, Joseph Trees y Michael Benedum. Veinte años después, este último narraba con gran detalle el potencial de la zona en sus crónicas donde “la tierra olía a petróleo” aunque se preocupaba, al igual que sus amigos, sobre cómo “se las arreglarían con los cazadores de cabezas humanas de la región, las serpientes venenosas y las boas constrictoras”. Aún así, en 1916 los tres socios fundaron la Tropical Oil Company (TROCO) en Wilmington, Delaware y tres años después, el gobierno colombiano aprobó el traspaso de la Concesión de “De Mares” a la Tropical, vendida con este contrato a la Standard Oil de New Jersey. De esta manera, la famosa petrolera gringa se hizo a los promisorios campos de la región, que en 1927 representaban su principal fuente de explotación fuera de Estados Unidos.

Una vez en Barrancabermeja, la multinacional era vista como un agente civilizador que llevaría progreso al trópico. La inversión extranjera no venía sola y por el contrario, era acompañada de ritmos de trabajo modernos, incipientes estándares de seguridad (mejores a los inexistentes en la época), mejores salarios y nuevas condiciones de salud e higiene. Bajo ese sistema, y para sorpresa de muchos, Colombia producía el 1.19% del crudo mundial y ocupaba en octavo puesto como productor del mundo en 1927. Con esta valiosa información, el gobierno colombiano vislumbró una oportunidad de negocio (regalías y transferencias) y dos décadas después, exigió a la Concesión revertir a Colombia en 1951. Aunque la misión colombiana de la multinacional quería participar en el negocio, por pequeña que fuera la participación, la casa matriz en Estados Unidos quería como mínimo el 51% de la Compañía, lo que en últimas llevó (acompañado de graves problemas laborales) a trasladar sus inversiones a Medio Oriente.

Veinte años después, Ecopetrol asumió el manejo directo de la refinería de Barrancabermeja, que para entonces contaba con una capacidad instalada de 1.500 barriles por día. Esta nueva figura, permitió que durante la década del setenta se construyeran las unidades de Balance, en los noventa entrara en funcionamiento la planta de Cracking, entre otros productos derivados caracterizándose como la Refinería más grande y productiva de Colombia y ampliando su portafolio de productos, capacidad instalada e infraestructura.

Dados los retos del sector, y con un enfoque diferente en el mundo de los hidrocarburos, el gobierno nacional estructuró Ecopetrol en 2003 con el objetivo de internacionalizarla y hacerla más competitiva. Por esta razón, modificó la estructura orgánica y la convirtió en Ecopetrol S.A., sociedad pública por acciones, ciento por ciento estatal y vinculada al Ministerio de Minas y Energía. La empresa se liberó de las funciones como administrador del recurso petrolero y para hacer esta tarea, se creó la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH). Hoy en día, el complejo de refinación, o la Gerencia Refinería de Barrancabermeja se extiende en un área total de 254 hectáreas en las que se distribuyen más de cincuenta plantas y unidades de proceso, tratamiento, servicios y control ambiental. El Complejo tiene la responsabilidad de generar el 75% de la gasolina, combustóleo, ACPM, así como el 70% de los productos petroquímicos del mercado nacional. Este año, inicia actividades en firme el proyecto de hidro-tratamiento de la Refinería de Barrancabermeja con inversiones estimadas en más de US500 millones, que permitirán cumplir con estándares de calidad en los combustibles producidos. Actualmente, Ecopetrol es la primera empresa del país por ingresos totales, activos, exportaciones y utilidades netas y ocupa el número 35 entre las petroleras del mundo, según el ranking publicado por PIW (Petroleum Intelligence Weekly).

Los proyectos de Ecopetrol para el mediano plazo (según su mega hacia 2015) incluyen la explotación de un millón de barriles diarios, la duplicación de la capacidad de refinación (en Cartagena y Barrancabermeja) y el inicio de inversiones por fuera del país. Este ánimo de expansión y competitividad no vienen solos. Impulsado por un boom de precios en 2008 (de ranking históricos de 140 dólares por barril en julio) incentivaron tanto las empresas de exploración y producción, como también el entorno aguas abajo, es decir, todas las sociedades que prestan servicios y ofrecen bienes al sector de hidrocarburos. Tenemos un punto de referencia cercano, que fue la construcción de balance, donde llegaron inversiones millonarias para la época pero al final solo quedaron petróleo, putas y plomo, las famosas tres pes de las que pocos queremos volvernos a acordar. La idea de esta nueva bonanza se ser competitivos, y que todo este flujo de dinero se convierta al final del día en prosperidad económica, sostenibilidad fiscal e igualdad social. Y la buena noticia, es que sí estamos haciendo cosas; la mala, que no es suficiente.

La primera aproximación para dar ese gran paso salto hacia la competitividad petrolera vino desde lo institucional. Teniendo en cuenta que tradicionalmente, la política de desarrollo regional y local en Colombia siempre se ha estructurado desde lo público y que las políticas de desarrollo social se han separado de las empresariales (lo que en últimas termina en desestimular la productividad y la innovación en las empresas colombianas), era importante establecer una nueva aproximación. Después de muchos debates al interior de la Comisión Regional de Competitividad y los gremios que la conforman, se decidió por implementar un modelo de iniciativas de clúster aprovechando la concentración geográfica de las empresas, alineando las políticas de desarrollo regional con las necesidades del sector privado, promoviendo mejores condiciones de ambiente de negocios para atraer la inversión extranjera y creando nuevos negocios, incentivando la competencia y fortaleciendo las relaciones entre los actores del clúster para facilitar los procesos de innovación para aumentar la prosperidad local y regional.

Como parte de la iniciativa de competitividad del departamento de Santander, Santander Competitivo, el Centro de Estrategia y Competitividad de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes propuso una visión de desarrollo de clústeres para el departamento. En julio de 2007 se firma un convenio entre la Cámara de Comercio de Barrancabermeja y de Bucaramanga; y Ecopetrol SA con el objetivo de desarrollar una iniciativa de clúster alrededor de la industria del petróleo dentro del área de influencia en Barrancabermeja, el Magdalena Medio y el departamento en general. Este convenio permitió a la Cámara de Comercio de Barrancabermeja contratar al CEC para acompañar y apoyar las instituciones de la región en el desarrollo de la iniciativa de clúster, apoyo que partió de la conformación de un Equipo Técnico y de la generación de un lenguaje común y marco conceptual compartido sobre competitividad.

La iniciativa del Clúster del Petróleo y el Gas es el primer esfuerzo de este tipo en Colombia, basado en el modelo aclamado y afamado de Michael Porter en el Harvard Business Review, con el ánimo de adelantar un proceso cuidadoso de construcción de institucionalidad. Comprende la aglomeración de empresas que ofrecen productos y servicios relacionados con la industria del petróleo y tiene sede en la región del Magdalena Medio Colombiano, cuyo eje central es GRB y los campos petroleros de la provincia de Mares. La iniciativa es un esfuerzo conjunto del sector privado y las instituciones locales por organizarse, compartir una visión de desarrollo, identificar compromisos claros y, de esta manera promover un futuro para la región acompañado de inversiones en infraestructura (Centro de Ferias y Exposiciones, doble calzada desde el puente Guillermo Gaviria hasta la Autopista Nacional como Corredores de Competitividad, Zona Franca, Modernización del Aeropuerto) en proyectos (establecimiento de una Promotora de Proyectos Industriales, que den dinámica a la cadena de hidrocarburos) y apuestas desde lo educativo (profesionalización y certificación de la mano de obra local) y lo institucional (garantía de acceso a servicios públicos, salud y educación).

Como muchas de las cosas que suceden en nuestra cotidianidad, la teoría es muy bonita pero distinta en la realidad. La culpa no es de Porter, como tampoco lo es de los Andes ni de la metodología utilizada. Es culpa de nosotros mismos. La iniciativa de Clúster y todo lo que representa este universo es planeado para largo plazo, al fin y al cabo es un concepto muy soft y ambiguo; pero su estabilidad la garantiza las victorias tempranas, que a la fecha no hay ninguna tangible. Y es difícil lograrlo con Directores Ejecutivos que solo piensan en viajar, viaticar y generar oportunidades de negocios para ellos mismos en contra inclusive de los intereses de los empresarios locales. Un resultado de gestión no es ir a un remate de maquinaria donde empresarios llevan asistiendo más de cinco años ni concertar viajes a Europa donde el producto final sea un día de trabajo y seis de vacaciones; mucho menos hacer más de diez presentaciones “ejecutivas” con las mismas diapositivas. Es un proceso que va mucho más allá: es apoyarse de las universidades en procesos de investigación y desarrollo, es estar del lado de los empresarios que contratan con Ecopetrol para defender sus intereses, es generar competencias, es ser ético y transparente.

No cumplen los comerciantes ni empresarios de la ciudad que no exigen resultados pronto ni expresan su inconformismo. No cumple el Municipio con sus compromisos establecidos, tampoco lo hace creyendo que poner a un funcionario en la Junta Directiva es suficiente. No cumplen las Universidades al adaptar el currículo ni las competencias en sus estudiantes según las tendencias actuales. No cumple la Cámara de Comercio al no garantizar la dinámica ni la sostenibilidad de una estrategia tan importante para la ciudad. Mucho menos cumple Ecopetrol con deficiencias en la contratación y los mil y un errores sistemáticos en los procesos de selección, así como el mal trato a los contratistas de la zona. Dos años después, acá en Barranca seguimos haciendo las mismas cositas, con la misma tecnología incipiente, con el mismo mecanismo de competencia (basado en precios), con el mismo recurso y generando cero valores agregados, la mano de obra es renuente a capacitarse y a certificarse y ni que decir de las grandes deficiencias en cubrimiento de educación, salud, infraestructura y seguridad.

Por la misma caracterización de la institucionalidad del clúster, la responsabilidad no es de uno solamente, sino de todos. Y precisamente de todos depende que al final del día se quede como un informe muy bonito de más de 200 páginas, para archivar y mirar de vez en cuando ó que sea la verdadera hoja de ruta de una estrategia de desarrollo articulada para Barrancabermeja.

sábado, 10 de abril de 2010

El fútbol de mi pueblo.


Es importante aclarar que escribo este post el sábado 10 de abril, en la previa del partido Alianza Petrolera – Real Santander, con el equipo barranqueño en segunda posición en la tabla, a tres puntos del líder, Atlético La Sabana, después de 5 victorias, 2 derrotas y un empate.


Si se pudiera resumir, la historia y los logros del fútbol en Barrancabermeja se contarían con los dedos. El primero sería la fundación de la Corporación Deportiva Alianza Petrolera el 24 de octubre de 1990 y su posterior inscripción, ratificación, personería jurídica y aprobación en la Dimayor. La segunda sería aquella final del torneo de la B, disputada en noviembre de 2002 ante Centauros de Villavicencio, donde la máquina amarilla, después de un emocionante empate 0-0 de local, perdió su única oportunidad de estar en el torneo profesional por un dudoso penalti en el último minuto de juego. Las otras serían un poco más irrelevantes, como los goles de Sergio Herrera en la Selección Colombia sub-20 que en últimas lo llevarían al América de Cali y luego a un fracaso estrepitoso en Arabia Saudita y la contratación de Iván René Valenciano como el “galáctico petrolero”, que al final resultaría reducido a sus espectáculos de embriaguez, mal fútbol y dos goles en un semestre.

Con este palmarés, pareciera que el Alianza Petrolera estuviera destinado a fracasar desde sus inicios. Si bien el arranque fue muy dinámico y motivador, con Ecopetrol aportando dos lotes (uno para los entrenamientos, el otro como estadio) y un apoyo monetario importante para la época; y la Alcaldía sacando recursos de las uñas para mejorar una infraestructura futbolística inexistente, la realidad después de 19 años pareciera ser otra. El lote donado, nunca se utilizó para entrenar y hoy se encuentra en la mitad de un lío jurídico que involucra a la Junta Directiva y al Presidente del equipo (o ex – Presidente, ya no se sabe). El estadio, por otro lado, bautizado en honor a un odontólogo paisa que en sus tiempos libres hacía las veces de dirigente deportivo, tiene la solidez y cimentación digna de una catástrofe civil, comprobado con el estudio llevado a cabo por el Inderba el año pasado donde demostró que de las 8.000 personas que tiene de capacidad, sólo 1.500 tendrían condiciones estables de seguridad y las 6.500 restantes, estarían en peligro inminente de colapso. Para evitar la tragedia, en la actualidad no hay acceso a estas zonas, lo que limita la capacidad de la boletería a pobres quince millones de pesos, sin descontar las boletas de cortesía.

No es culpa de la gente que está ahora al frente de la administración. La realidad es que por costumbre y tradición política, el Inderba prácticamente no existe para el municipio, y una política integral del Deporte en Barrancabermeja (con ejes y estrategias) brilla por su ausencia. Por esta razón, no es sorpresa que en Barranca se hayan disparado las tasas de delincuencia y drogadicción juvenil en la última década. Esta falta de planeación resulta en decisiones improvisadas que llevan a la construcción de numerosos elefantes blancos en adecuaciones deportivas en la ciudad. El ejemplo más reciente es la pista de bicicross en la mal llamada “Villa Olímpica”. ¿Alguien podría mostrarme el estudio de factibilidad y conveniencia de esta construcción?

Por supuesto, el Alianza Petrolera no es la excepción. A 2010, la Corporación es una entidad totalmente quebrada, ilíquida y con pasivos superiores a los mil millones de pesos. Hay ocasiones donde los jugadores duran 4 y hasta 5 quincenas sin pagos, por lo que no tienen motivación alguna para jugar. En resumen, el equipo es sinónimo de mediocridad y corrupción. Por esta razón, no es muy fácil buscar patrocinios en el sector privado: nadie quiere estar relacionado con el Alianza y además, las entidades que sí podrían aportar algo se excusan en argumentos que se caen sobre su propio peso. Ecopetrol por ejemplo, se escuda que una empresa con capital público no puede apoyar ni soportar equipos deportivos. Falso, ¿ó como hace EPM para patrocinar a Santa Fe? ¿Ó como hacen las empresas licoreras departamentales para apoyar a equipos de la A y de la B? La alcaldía también hace lo mismo, impidiéndose a sí misma para aportar más fondos por restricción presupuestal. Igual de falso, ¿entonces cómo hizo Judith Pinedo para sacar más de 10.000 millones de pesos para invertir en el Real Cartagena? ¿Cómo hizo Corzo para prometer en campaña (y cumplirlo una vez electo) de llevar al Cúcuta Deportivo a la Copa Libertadores?

A todo lo anterior hay que sumarle un defecto inclusive peor que todos los demás: inestabilidad directiva. El Sr. Botero, Presidente del equipo (el anterior, ó el actual, cómo dije no se sabe) y la Junta Directiva que lo acompaña es mañosa, inepta y sin interés por el equipo. Lo más triste es que entidades como la Cámara de Comercio de la ciudad, entendiendo de la importancia de la causa deportiva comenzaron a apoyar al equipo para encontrar un muerto viviente ingobernable e inmanejable. Justo cuando el equipo comenzaba a levantar cabeza, la situación se volvió insostenible y hoy, vuelven los mismos a hacer las mismas. Justiniano, ¿usted si sabe administrar un equipo de fútbol? Lo invito a jugar Hattrick, para que se haga una idea inicial de cómo es la situación.

Un equipo de fútbol es parte de la identidad de una ciudad. En países con cultura futbolística mucho mayor, las personas se sienten orgullosas de tener un equipo en cuarta división. Acá no pasa esto. Es tan pobre la situación, que el animador del equipo antes de iniciar un partido grita eufóricamente: “Que viva el Alianza Petrolera, y que viva el Juniorrrr de Barranquilla”. En Ibagué el Indio Pijao siempre sonríe, tiene pundonor, garra, energía y coraje; la mascota en Barrancabermeja es un loco desnutrido con serios indicios de alcoholismo. Ni que decir de los pocos espectadores que vamos al estadio, ya que más de la mitad llevan (llevamos, en algunos casos) camisetas que ó bien son de equipos de la primera categoría ó equipos internacionales, y los radios están más pendientes de lo que pasa en Armenia o Cali, que en Valledupar y Bucaramanga.

También la economía tiene mucho que ver. Un equipo de fútbol bien manejado hace parte de la competitividad de una región y una ciudad. ¿O alguien conoce algo sobre Villareal en España que no sea por el submarino amarillo? No tengo los números, pero los impactos en publicidad, televisión, ocupación hotelera, espacios en televisión, turismo y otros por cuestiones de fútbol no deben ser nada despreciables. Es una imagen mediática de gran impacto positivo para todos. Si estamos aburridos de escuchar en las noticias nacionales sobre paros, violencia y petróleo en Barranca, el fútbol podría ser una buena salida. Un tip: la sección deportiva en un noticiero ocupa más del 50% del espacio de tiempo total, y tiene mayor recordación que las noticias nacionales.

Soluciones hay muchas y de todos los tamaños, dependiendo del norte que se quiera seguir. Históricamente, un idilio político y social es la integración perfecta de los sectores público y privado. Está demostrado hasta la saciedad que en países en vía de desarrollo estas iniciativas tienden a fracasar. Pero paradójicamente los temas deportivos suelen ser la excepción. Para la muestra, acabamos de ver la Organización de los Juegos ODESUR en Medellín, globalmente a la altura de los Olímpicos de Barcelona en 1992, pero imponiendo un estándar altísimo para la región, acostumbrada a logísticas dignas de los años cincuenta.

Volviendo al Alianza, el equipo puede responder a esta coyuntura. Para encontrar una respuesta simple es cuestión de buscar en el interior del nombre del equipo. La solución es una ALIANZA entre la Gobernación, la Alcaldía y la Empresa Privada para que las cosas puedan ser diferentes sin irse a los extremos. Es decir, no pueden aportar las migajas que entregan actualmente pero tampoco puede ser la única fuente de ingreso; el equipo debe ser auto-sostenible en el mediano plazo, pero como punto de partida se debe hacer una inversión fuerte. Esa sostenibilidad se logra llenando el estadio (con 10.000 asistentes, mínimo), con contrataciones decentes, con un técnico de experiencia y con una veeduría ciudadana y de los grupos de interés que certifiquen que el manejo de los recursos es el mejor. Las empresas privadas siempre ven el patrocinio como una oportunidad de publicidad, así que si el equipo juega bien y gana, ¿a quién no le gustaría tener su marca en el frente de la camiseta?

El año pasado el equipo tocó el fondo de su crisis, a tal punto de ser el equipo anti-record en el Fútbol Profesional Colombiano. Este año, sin aparente razón (ya que cambios estructurales no ha hubo entre los dos períodos) la historia es diferente y el equipo podría incluso meterse dentro de los 4 semifinalistas. Muchos seguimos aguardando el día en que se pueda hacer un papel protagonista y no uno de relleno en un torneo nivelado por lo bajo. Mientras tanto, mañana iré al estadio, me compraré una paleta de mango biche y haré toda la fuerza para que un Banguero, un Movil, un Rentería ó un Uhía hagan un buen partido y ganemos, para comenzar a creer que el Alianza Petrolera podría ser mucho más de lo que por ahora, nunca podrá ser.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Los Tulipanes de Barranca.



Hace poco más de una semana, los medios de comunicación más importantes de Colombia (RCN, Caracol, Publicaciones Semana, Casa Editorial El Tiempo y El Espectador) se reunieron para organizar el Primer Gran Debate Electoral con los siete candidatos a la Presidencia del País. Con una dinámica un poco más innovadora que las versiones anteriores, una de las secciones consistía en poner a los aspirantes en un “cara a cara” en el que uno podría cuestionar al otro con opción de preguntar. Una apuesta muy arriesgada por parte de los organizadores, pero un éxito: fue el segmento en donde más se notó la incomodidad de algunos a la hora de contestar.

Casi sobre el final Juan Manuel Santos, candidato del Partido de la U, le preguntó a la Conservadora Noemí Sanín sobre cómo haría su gobierno para resolver el problema de la revaluación del peso. Pregunta de alto grado técnico en macroeconomía, con el único fin de aniquilar a su contrincante. Sanín, haciendo gala de su pasado en la Cartera de Comercio Exterior y apelando a sus propios términos, afirmó que “debería existir un fondo de sustentabilidad para evitar la enfermedad holandesa” y que su gobierno haría “una política macroeconómica con responsabilidad social”. La cara de todos los panelistas fue de sorpresa y conmoción por un momento, pero tiempo después, el comentario pasó inadvertido.

A mí me gustaría que la Doctora Sanín les explicara a los colombianos un poco más sobre la Enfermedad Holandesa y que sobre todo, nos comentara cómo esta situación puede impactar negativamente sobre la revaluación del peso. Dudo mucho que lo pudiera hacer de una manera convincente para que los colombianos de a pie dejaran de hacerse ideas sobre un nuevo tipo de gripe. Sin embargo, dos cosas sí son ciertas sobre su respuesta: la situación es preocupante y puede llevar a un debilitamiento de la moneda colombiana, especialmente en uno de los sectores más críticos y prometedores que deberá afrontar el sucesor de Alvaro Uribe, el sector minero y de hidrocarburos.

Empecemos por el principio, y para ponernos en contexto debemos ir atrás a los años de 1960, cuando los países bajos (Holanda) descubrieron las más grandes y promisorias reservas de Gas en el Mar del Norte. Esto hizo que en los años siguientes los ingresos y las riquezas de este país aumentaran de manera sustancial, derivando en un fortalecimiento de la moneda holandesa (el florín) y terminó perjudicando la competitividad de las exportaciones no relacionadas con el gas en el país (las flores, los cultivos de girasol, entre otras). De esta anécdota no tan graciosa viene el bautizo de la situación que implica adicionalmente grandes flujos de inversión extranjera directa, entrada masiva de divisas al país y notables incrementos en los precios del recurso natural, pero también de las actividades relacionadas.

Y no sólo pasó en Holanda, también pasó en países petroleros en la década de los setenta, al igual que en Colombia con la bonanza cafetera de 1980 donde un aumento del precio de cotización del grano, los demás sectores se vieron perjudicados.

Los síndromes de esta enfermedad tienen un incómodo pero cierto parecido con la actualidad en Barrancabermeja. Un flujo masivo de dinero (más de ocho mil millones de dólares de flujos de inversión en HDT y PMRB en un lapso de diez años), un sector específico, inversión extranjera directa temporal (Foster Wheeler y de ahí para abajo) y un aumento considerable en el precio de todo lo que rodea al sector. Visto de la manera más sencilla, esta teoría explica el porqué Barrancabermeja tiene el precio de huevo más caro de Santander, la energía eléctrica más cara de la región andina, las pensiones escolares más altas del departamento, los incrementos porcentuales en arriendos más altos del país y la valorización más alta en finca raíz de la historia. De nuevo, it’s the economy, stupid!

Y en ese sentido de las cosas, es cuando el Gobierno Municipal, con inversiones tan altas, con flujos de regalías nunca antes vistos y presupuestos tan exorbitantes debe encargarse de tener un manejo de las finanzas públicas muy responsable, pero sobre todo, una persona que sepa de política económica, y sus decisiones tengan el más mínimo ingrediente de lucidez monetaria. Pero acá, ni lo uno ni lo otro. Nadie está pidiendo un ex-director del Banco de la República, pero tampoco es justo que nombren a alguien que tenga por hobby redactar convenios de colaboración ciudadana en el cargo.

Para nadie es sorpresa: Barrancabermeja tiene una burbuja especulativa con el tema del petróleo y gas, y nadie hace nada al respecto. Lo sabe el ingeniero, el pensionado, el pescador y el empresario. La ciudad es costosa para el nivel de vida de Colombia y como todos vivimos pensando en los cinco años de bonanza que vienen (incluyéndome) lo aceptamos a regañadientes. Las soluciones tampoco son suficientes: Una comisión verificadora para el establecimiento de los arriendos es la idea más ridícula que he escuchado en mucho tiempo y demuestra una vez más la ligereza con que la administración se toma los problemas. La opinión pública tampoco ayuda mucho: si el municipio ahorra, está mal porque la plata no se puede quedar en los bancos; si lo invierte, es sinónimo de corrupción, desfalcos y despilfarro. No es de lo uno ni de lo otro, es simplemente ponerle sentido común a un presupuesto de 400.000 millones, priorizarlo y poner en el mismo hilo conductor a la comunidad, al sector privado, a los grupos de interés y a la sostenibilidad financiera de Barrancabermeja.

Alguna vez le escuchaba a un gran amigo comentarme con un poco de tristeza sobre el problema de las bonanzas de recursos naturales en el mundo, que siempre se muestran como la panacea y tiempo después solo dejan miseria, inequidad y subdesarrollo. Me citaba a Nigeria, a Perú, a Bolivia y a Haití. Yo le respondía con algo de incredulidad: ¿y Dinamarca, Rusia, Finlandia y Holanda? Es diferente, replicaba: “cuando tuvieron la bonanza ya estaban bien, mientras que en mis casos la bonanza lo era todo para los países”. No es del todo cierto, los commodities representan la mayoría de los ingresos en los cuatro estados europeos. Esto demuestra que el problema no es el boom per se, si no como se afrenta, y con quiénes se enfrenta. Y si hacemos un alto en 2010, y miramos hacia 2015 con todos los factores quietos, estamos más cerca de parecernos a Abuja que a Copenhague.

martes, 23 de marzo de 2010

El turismo ausente.

Barrancabermeja recibe más "turistas" que nunca en toda su historia. Eso queda demostrado con sólo mirar los vuelos de las dos aerolíneas que llegan a la ciudad diariamente. Y parte del objetivo de este flujo masivo de visitantes (así sean petroleros venezolanos, contratistas, cantantes evangélicos, trovadores y demás) es vender la ciudad como un lugar agradable, lleno de gente trabajadora, y sobre todo, que somos más que petróleo y calor. Lamentablemente, a la fecha la percepción no mejora y por el contrario vamos de para atrás.

El tema ha estado mal concebido desde el principio. Cuesta mucho trabajo entender la obsesión del Gobierno Municipal de vender a Barrancabermeja como un paraíso turístico cuando no somos ni lo uno ni lo otro. Esta es una ciudad industrial, y debe venderse como tal; no tiene nada de malo hacerlo. Houston, Edmonton y Stavanger son capitales mundiales de petróleo y refinación y ese es el modelo de ciudad que debemos emular. No es el típico destino de una familia para sus vacaciones, es una ciudad de trabajo, industrializada y con altos estándares de vida para sus habitantes. Por el contrario, acá queremos es más bien parecernos a Cartagena (con paseos en caballos de segunda incluidos) pero hasta ahora nos parecemos más a los cinturones de miseria que hacen infame al "corralito de piedra" que en tener un sector empresarial de talla mundial.

Y en esa serie de errores se lanzan propuestas que nadie puede entender. Por ejemplo, el parque temático del agua, estandarte de la Alcaldía para incentivar el turismo y el incremento de visitantes. ¿Por qué el agua? ¿Es que tenemos exceso de reservas? ¿Es para celebrar que la empresa de alcantarillado está cambiando la red para tener estándares de 1980? ¿No es más fácil invertir dinero en el olvidado Museo del Petróleo (el único de Latinoamérica, le escuchaba yo a mi papá decir orgulloso hace más de veinte años) y volverlo interactivo, dinámico y atractivo? El otro ejemplo, más sacado del oportunismo de la seguridad democrática, convierte en exentos a los hoteles de impuesto de renta por 15 años, lo que a la postre ha llevado que Barranca tenga más de 95 hoteles registrados legalmente, pero menos de la décima parte tengan más de 1 estrella en calidad.

Pareciera en cambio que las cosas que sí importan realmente en el tema turístico se dejaran de lado. Esas cosas pequeñas que sí pueden aportar un cambio y son de alto impacto para la imagen de la ciudad. La principal: en servicio al cliente, el cual brilla por su ausencia. En mi opinión personal, la ciudad tiene el peor estándar en todo Colombia. Ni siquiera Mocoa es tan deficiente en este aspecto. Acá no existe el más mínimo conocimiento de la Gerencia de Servicio y el mismo aplica para meseras, cajeros, recepcionistas, aseadores y todo el staff de cualquier restaurante, hotel, centro, club y demás lugares de esparcimiento.

Tan grave es el problema, que franquicias que han llegado a Barrancabermeja últimamente, y caracterizados a nivel nacional por su gran servicio al cliente, son la excepción en la “hija del sol”. Personalmente me sucedió una situación desagradable en una heladería y por coincidencia tuve la oportunidad de conocer a la Gerente de la tienda. Le expuse mi caso y su respuesta fue: es que acá eso es tan difícil (con el tonito típico de los de acá). Yo no quería un helado gratis, lo que quiero es que para bien de todos mejore la actitud tan displicente de todos. Lo mismo me ha sucedido con meseros que responden “obvio” ante una pregunta no tan obvia, cajeras que miran como si estuvieran haciendo un favor, aseadores que trapean en los pies de los clientes, botones que están más pendientes del celular que en recoger las maletas de un huésped, entre muchos otros casos. Eso sí, la frase de “la propina no está incluida” nunca falta, tampoco falta los sobrecargos por lo uno y por lo otro.

Porque en precios Barrancabermeja está por encima del nivel nacional. Burbuja especulativa, tema del cual ya hablamos antes con las penosas consecuencias de ciclos inflacionarios y reducciones en bienestar y prosperidad. Las comparaciones son odiosas, pero sirven: Una habitación en un hotel de 5 estrellas en Shanghai cuesta 150 dólares la noche, en Barrancabermeja llega al mismo precio, pero con 2 estrellas menos; una cena promedio en Bogotá cuesta 30.000 pesos, en Barranca supera los 50.000, con la notable ausencia de restaurantes de verdadera calidad; una botella de whisky en un bar promedio de la ciudad no baja de 180.000, al mismo precio de Bogotá o Medellín en sitios mucho más cómodos.

Barrancabermeja es obviamente mucho más que petróleo y calor, pero a veces nosotros mismos queremos mostrarla solamente así. Por ejemplo el Sena en la seccional local no tienen ningún tipo de formación en atención al cliente, gerencia del servicio y demás, como si existen en Bucaramanga, Villavicencio y Santa Marta. En vez de estar preparando miles de inspectores en seguridad industrial que al cabo de cinco años no se requerirán, podrían dedicar a formar cien o doscientos muchachos que salgan con otra visión totalmente opuesta a la actual, igual sucede con profesionales en cocina, gastronomía y enólogos, que pudieran enriquecer la oferta existente. La idea es aprovechar la bonanza, pero hay que hacerlo sin dejar de lado la sostenibilidad en el largo plazo, y esta solo se da con el ofrecimiento de un valor agregado ó un diferenciador que marque la diferencia entre lo convencional y lo sofisticado. Ahí está la clave de la verdadera competitividad.

sábado, 6 de marzo de 2010

La economía del transporte informal en Barrancabermeja


Hace un poco más de dos semanas, la Inspección de Tránsito y Transporte de Barrancabermeja publicó el informe de accidentalidad en la ciudad para el año 2009. Las cifras por sí solas, aparte de demoradas en salir a la opinión pública (lo que le quita un poco de transparencia al asunto) son aterradoras: durante el año pasado hubo un total de 986 accidentes de tránsito (más de dos diarios) que involucraron 870heridos, y 57 muertes. Con respecto a 2008, se presentó un crecimiento del 10% y la tendencia es al alza, ya que durante el primer mes de 2010 se presentaron 94 accidentes.

Llama mucho la atención que de este total, mayoritariamente estuvieron involucradas motocicletas, con un alarmante 20% del total, muy, muy por encima del 9% de automóviles, particulares y servicio público. Miento, no llama la atención. Es apenas obvio que en una ciudad con menos de 300.000 habitantes, pero con más de 50.000 motos registradas (sin contar las que llegan de poblaciones aleñadas como Yondó, San Pablo, Sabana de Torres, Puerto Wilches y demás) y con el nivel de imprudencia con el que manejan las motos se queda pequeña la cifra. En Bogotá los reyes del asfalto son los taxistas; en Barrancabermeja son los motociclistas, particularmente representados por los más de 2.000 “moto-piratas” o como ellos piden ser llamados: “transportadores informales”, como si un eufemismo de ese tipo solucionara la situación.

Es un fenómeno en Colombia, claro que lo es. Se ve mucho en la Costa Atlántica, y “si se ve allá, por qué no acá” me comentaba en una ocasión un “líder cívico” que agremia a este sector (igual de ilegal a su profesión). Pero es que en Francia, en Alemania y en Australia también hay transportadores de motos, pero son legales, tienen rutas y tarifas establecidas, y un dato adicional: tienen kits de desinfección para cascos y asientos. Acá no pasa nada de esto y sus nuevas reglas aplican como mandato; en Barranca las motos son dueñas de todo el ancho de la vía, no existe un mínimo respeto por las más elementales normas de tránsito, y no existen señales de pares, cruces, semáforos, nada. Sólo hay una regla: recoger clientes y llevarlo a su destino final, como cueste. Es la economía del rebusque y la guerra del centavo; es el “negocio socio”. Lo importante es conseguir los 10.000 de la cuota diaria, los 2.000 de la gasolina y de ahí en adelante es ganancia; no hay prestaciones sociales, no hay aportes parafiscales, no hay ARP y en muchos casos ni siquiera hay SOAT. El transporte informal no es generación masiva de empleo, no es una solución a la pobreza: es una mafia del transporte y empeora las condiciones de vida de las personas. En cientos de casos los transportadores no son de Barrancabermeja y no conocen cómo llegar de un lado a otro.

Las autoridades municipales al respecto brillan por su ausencia. Como siempre en nuestra folclórica democracia, las soluciones se presentan ante una crisis. Se presentan paros, disturbios, caos en las vías (en el de octubre pasado la Cámara de Comercio reportó más de 450 millones de pesos en pérdidas económicas) y ahí sí, hay que encontrar una solución, y entre más rápida mejor. Se expiden decretos que a la postre no sirven para nada y no son más que salidas temporales a un problema que se viene agravando en la ciudad. La salida no es prohibir las motos una vez al mes, tampoco prohibir el parrillero que no sea núcleo familiar (todavía no entiendo cómo a alguien se le puede ocurrir algo tan peculiar); mucho menos establecer rutas dónde puedo y dónde no puedo circular. Todas estas decisiones son excluyentes y arbitrarias, y cómo dije anteriormente, no apuntan a la raíz del asunto.

Acuñaba Bill Clinton una de mis frases favoritas durante su campaña presidencial en 1992 para derrotar a George Bush padre: It’s the economy, stupid! Es un problema de oferta y demanda, así de simple. La población de Barrancabermeja crece a niveles por encima de la media, y siguiendo el patrón de crecimiento lineal del país, tenemos que 75 de cada 100 nuevos habitantes usarán transporte público para movilizarse. Claro, no hay cómo movilizarse, sólo tenemos menos de 100 buses, busetas y colectivos que se encuentran todos obsoletos, inseguros, en pésimas condiciones de comodidad y sin cumplir ninguna norma de seguridad. Todo sería diferente con más y mejores buses. En vez de estar peleando, taponando vías y lanzando arengas contra todo lo que se atraviese, deberían tomar todas las ganancias que deja el transporte y optimizar la flota de transporte. Si no hay dinero es entendible, pero los dueños de buses deberían emplear más tiempo consultando opciones de leasing.

El Gobierno puede hacer mucho, pero no tiene la voluntad política para hacerlo. Al fin y al cabo son 50.000 votos que fácilmente pueden influenciar para escoger un alcalde, un concejal y hasta un congresista. No es políticamente correcto dirían los diplomáticos y es mejor invertir en diez caballos moribundos para hacer paseos de dos cuadras. Pero el problema sigue ahí, creciendo como bola de nieve, y mientras la Secretaría de Movilidad siga siendo una cartera de quinta categoría, acá no va a pasar nada. Seguiremos viendo como las estadísticas de accidentalidad crecen y nos sentiremos muy orgullosos que en este 2010 superemos a Pereira en el primer puesto de accidentes pér capita.

viernes, 5 de febrero de 2010

De iguanas y bocachicos (o lo que SÍ me gusta de Barrancabermeja)

Barrancabermeja es tierra de nadie y de todos al mismo tiempo. Su descubrimiento, auge, decaimiento, renacer y auge en su segunda versión han estado influenciados fuertemente por personas ajenas y extrañas a la ciudad. Si hay un lugar donde las tradiciones, antecedentes y legado son una fusión multidimensional y que no corresponde a un patrón en particular en Colombia, es Barranca.

Estas memorias datan inclusive desde años anteriores a 1915, época donde se remontan los primeros escritos de la ciudad en textos como los de de Michael Benedum, especulador estadounidense quién vio en Barrancabermeja una ciudad con mucho potencial económico y en una carta a su familia en su natal Lousiana, narraba con poética fascinación que estaba en un lugar donde “la tierra olía a petróleo”, pero se preocupaba enormemente cómo se las “arreglarían con los cazadores de cabezas de la región, las serpientes venenosas y las boas constrictoras”.

Tiempo después, llegaron comerciantes a suplir las necesidades de una naciente industria petrolera, y echaron raíces en la ciudad. Los más famosos por esa época eran personas descendientes de libaneses, hábiles en el manejo de los negocios, las telas, las confecciones y la entrega de dotación industrial. Inmediatamente se ganaron cariñosamente el apelativo de “turcos” que todavía se mantiene en nuestros días. Adicionalmente, con la entrada en marcha de la refinería se presenció una ola migratoria sin precedentes en la historia del país: costeños, capitalinos, vallunos, paisas y santandereanos se vinieron a probar suerte en la tierra del oro negro.

Esta situación se ha venido forjando por ciclos, que casualmente coinciden con la entrada en marcha de grandes proyectos de Ecopetrol, como el montaje de Balance en los setenta, o de la Unidad de Cracking de la década pasada. Hoy en día, con el proyecto de Modernización de la Refinería de Barrancabermeja, se espera la generación de 7000 nuevos empleos temporales, y con esto, la llegada de muchas personas de todos los lados de la geografía nacional.

Esto es precisamente lo que más me gusta de Barranca, aunque como todo, tiene su lado negativo que argumentaré en otra ocasión. Porque en Barranca no somos de ningún lado, ni correspondemos a ninguna cultura: somos de Santander porque nos tocó un poco a las malas, pero no nos parecemos nada al santandereano promedio. Somos todo y somos nada al mismo tiempo; no hay acento que corresponda a una tierra en particular y tergiversamos tanto el idioma que no sabemos tratar de tú ni de usted correctamente, no tenemos fiestas propias (en reemplazo tenemos cuatro, adaptadas de todos los lados del país), no caemos en estereotipos ni prejuicios tan fácilmente y no podemos culpar al pasado (por ahora) de lo que somos en la actualidad.

De ese mismo punto, es decir, del hecho de no tener cultura, ni un pasado muy antiguo, se deriva todo lo que quiero y me siento orgulloso de Barranca ante Colombia. Me gusta la comida: una fusión gastronómica súper interesante del río, con Caribe y una incipiente actividad ganadera, me encanta que en el mismo sitio se ofrezca un bocachico frito sudado y al mismo tiempo una mujer con aires de palenquera camine ofreciendo cocadas, millo y demás delicias. Me gusta que se hable de comer búfalo sin considerarlo exótico y que en la misma mesa se puede tener una muestra de la comida colombiana más tradicional pero con una mezcla única del barranqueño. Nuevamente, somos todos, pero a nuestra propia manera.

Es cierto, hay mucha gente que dice que acá no hay mucha oferta, y en una semana se alcanzaría a probar toda la comida que ofrece el municipio. No es cierto. Los que lo afirman, posiblemente no habrán ido a almorzar a la plaza satélite de mercado (por estar pendientes de las muy refinadas plazas de comidas de San Silvestre) y recorrer las más de catorce variedades de almuerzo que hay en un mismo lugar: sopa de vena (no de avena), calentado barranqueño, pargo, bocachico, cazuela típica y demás, son platos para mucho más de un mes, y en todos los casos, con un sabor excepcional. Así como lo promulgan los chefs más refinados del mundo, la esencia de una tierra está en su plaza de mercado, y la de acá, huele a todo: al llano, al río, al mar, a la sabana.

También me gusta mucho la gente, y la infinidad de elementos que hay detrás de todos. Alguna vez, Rubén Blades decía que Nueva York tenía más de ocho millones de historias en el mundo; adaptándolo a nuestro medio, Barranca debe tener más de cien mil historias en Colombia. No hay que recorrer mucho para saber que existen los que llegaron acá por trabajo, por un amor correspondido, por uno no correspondido, por cosas de la vida, por probar suerte, por especulación, por visitar y por muchas razones más y se terminaron quedando. Al final de la historia, muchos, pero muchos se quedaron, formaron un hogar y todavía no se quieren ir.

Son muchas cosas más las que me gustan de Barrancabermeja, pero quería resumirlo en dos grandes temas. Creo que la lista de las que no me gustan es mayor en cantidad, pero no en calidad. Al fin y al cabo, yo soy de los que ven el cuento por el otro lado: yo quiero ser como tantos que nos quedamos y nos queremos quedar por mucho tiempo.

sábado, 30 de enero de 2010

Las ironías de Barrancabermeja.

La historia de la actividad petrolera en Colombia está directamente ligada a Barrancabermeja y viceversa. Desde los años de 1905, cuando el Coronel José Joaquín Bohórquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le presentó a Don Roberto de Mares unas muestras de petróleo obtenidas en el campamento de Infantas (en honor a una alteza española que jamás visitó estas tierras) cerca del poblado donde se levantaban a eso de las 6 de la tarde unas “barrancas bermejas”, nació la historia de este municipio; historia fascinante aunque llena de ironías.

Yo tengo mi propia historia con Barrancabermeja. Una que inició más exactamente en el Corregimiento El Centro hacia el año de 1984 y que, después de dieciséis años y fue interrumpida con una promesa de retorno, cumplida un poco tarde hasta principios de 2007. El próximo mes, cumplo dos años de regresar a Barranca, de regresar con otra mentalidad, con otro propósito y con otra visión. Y aunque algunas cosas han cambiado, para mí todo sigue siendo igual. No quiero caer en el lugar común de la bonanza petrolera, del gran momento del municipio, y de las cosas grandes que nos esperan porque todavía hay mucho por hacer. Y eso, de entrada, es ya una ironía.

Ironía como las que está llena nuestro exótico y caluroso municipio, ironías como las que se encuentran a la vuelta de la esquina y hacen parte ya de nuestro cotidiano vivir. Ironías como la inútil formación de más de 2.500 “profesionales” en HSE y Seguridad Industrial cuando la oferta local no sobrepasa los 500; ironías como las de estos profesionales, en ejercicio de su labor diaria, después de un día arduo de seguir las estrictas normas de seguridad, salgan en sus motos sin casco y sin chaleco, incumpliendo normas básicas de movilidad y convivencia. Ironías como las del estudio publicado el año pasado por el Ministerio de Educación, donde demostró que de cada 100 estudiantes bachilleres beneficiados por el Plan Educacional de Ecopetrol, 75 escogen ingenierías, pero la gran mayoría de los ingenieros en Barrancabermeja son de otras partes. Ironías que van, y vienen, como las de la ingeniosa idea de hacer del Magdalena Medio un departamento, y que nuestro municipio sea la capital, cuando ni siquiera somos capaces de hacerla crecer como ciudad intermedia. Ironías tan profesionalmente válidas como el título de abogado del líder de la iniciativa anterior.

Sarcasmos que parecen fruto de la realidad mágica del diario vivir colombiano: por un lado productores de gasolina, por otro: comercializadores de la peor calidad de combustible en el país. Ironías tan fuera de lugar e increíbles como que en Barranca se produzca la mayoría del asfalto Colombiano, pero a pesar de todo, la malla vial esté totalmente deteriorada y no exista infraestructura vial decente.

Sin embargo hay que aceptar algunas cosas. Barrancabermeja sí ha cambiado para bien. Pero los esfuerzos vienen concentrados solamente en dos fuertes: Ecopetrol y la clase empresarial. La sociedad no tienen ninguna participación en esto, porque de resto, es el mismo reflejo de hace diez o quince años. La ciudad jamás la encontrarían como está hoy, si no es por la infinita dependencia del municipio con la petrolera más grande del país, y una de las cuarenta más grandes del mundo. Esto impulsado por tres grandes iniciativas: el incremento del precio del barril hasta el histórico de 140 dólares en julio del año pasado, el proyecto de Hidrotratamiento y la iniciativa a mediano plazo de Modernización de la Refinería de Barrancabermeja. Dicho esto, los comerciantes, empresarios e industriales de la ciudad han querido tener su participación de la misma y hasta hoy, el balance es positivo. Desde la Cámara de Comercio, y otros gremios se aúnan esfuerzos para volver a nuestras empresas mucho más competitivas y desarrolladas y gracias a esto, hoy día existen empresas locales que han crecido gracias a este momentum, robusteciendo sus estados financieros, reinvirtiendo en la ciudad, la región y generando empleo. Claro, hay también empresas del otro tipo, como las contratistas de afuera, que con el ánimo de exprimir hasta el último centavo de utilidad arrienda viviendas familiares como centros de operación logístico y tienen a sus gerentes apoltronados en Bogotá, donde visitan Barrancabermeja una vez cada dos meses y después de sudar profusamente pensarán: por 15.000 millones de pesos todo vale la pena. Más o menos una versión barranqueñita de capitales golondrina: inversión extranjera directa de mentiras, de fachada, de esa que el presidente Uribe tanto detesta, pero que los corredores de bolsa añoran y proclaman.

Y la gente sigue cayendo en estas ironías que a veces, de tanto escucharlas, suenan chistosas: de gente que sólo quiere trabajar en Ecopetrol, y se refieren a ella como “la empresa”, como si no existiera otra más; o de gente que por una dotación industrial, caen en el error común de llamarlo ingeniero y pretender cobrar tres millones de pesos por el arriendo de un apartamento nada espectacular. Es que tenemos bonanza petrolera dicen los arrendadores, dicen las prostitutas, y también lo profesan los comerciantes, los bares, los restaurantes, los clubes y los colegios. Como decía anteriormente, todos queremos un pedazo de este gran momento.

Un gran momento que no se traduce inmediatamente en índices de equidad, ni de acceso a salud, ni de educación, ni siquiera de desempleo, que cualquier persona de a pie pensaría lo contrario. Irónicamente, el gran momento de la ciudad poco pertenece a los que somos de acá. Por esto me animo a intentar escribir todas las semanas un poco sobre todos estos temas. Ya me siento con la capacidad de expresar mi libre opinión sobre lo que me gusta, lo que no me gusta, lo que creo y lo que no, de la ciudad que me hace feliz. La idea es criticar, pero también generar un espacio para que se encuentren propuestas y soluciones a una causa común que nos debe interesar a todos.