Hace poco más de una semana, los medios de comunicación más importantes de Colombia (RCN, Caracol, Publicaciones Semana, Casa Editorial El Tiempo y El Espectador) se reunieron para organizar el Primer Gran Debate Electoral con los siete candidatos a la Presidencia del País. Con una dinámica un poco más innovadora que las versiones anteriores, una de las secciones consistía en poner a los aspirantes en un “cara a cara” en el que uno podría cuestionar al otro con opción de preguntar. Una apuesta muy arriesgada por parte de los organizadores, pero un éxito: fue el segmento en donde más se notó la incomodidad de algunos a la hora de contestar.
Casi sobre el final Juan Manuel Santos, candidato del Partido de la U, le preguntó a la Conservadora Noemí Sanín sobre cómo haría su gobierno para resolver el problema de la revaluación del peso. Pregunta de alto grado técnico en macroeconomía, con el único fin de aniquilar a su contrincante. Sanín, haciendo gala de su pasado en la Cartera de Comercio Exterior y apelando a sus propios términos, afirmó que “debería existir un fondo de sustentabilidad para evitar la enfermedad holandesa” y que su gobierno haría “una política macroeconómica con responsabilidad social”. La cara de todos los panelistas fue de sorpresa y conmoción por un momento, pero tiempo después, el comentario pasó inadvertido.
A mí me gustaría que la Doctora Sanín les explicara a los colombianos un poco más sobre la Enfermedad Holandesa y que sobre todo, nos comentara cómo esta situación puede impactar negativamente sobre la revaluación del peso. Dudo mucho que lo pudiera hacer de una manera convincente para que los colombianos de a pie dejaran de hacerse ideas sobre un nuevo tipo de gripe. Sin embargo, dos cosas sí son ciertas sobre su respuesta: la situación es preocupante y puede llevar a un debilitamiento de la moneda colombiana, especialmente en uno de los sectores más críticos y prometedores que deberá afrontar el sucesor de Alvaro Uribe, el sector minero y de hidrocarburos.
Empecemos por el principio, y para ponernos en contexto debemos ir atrás a los años de 1960, cuando los países bajos (Holanda) descubrieron las más grandes y promisorias reservas de Gas en el Mar del Norte. Esto hizo que en los años siguientes los ingresos y las riquezas de este país aumentaran de manera sustancial, derivando en un fortalecimiento de la moneda holandesa (el florín) y terminó perjudicando la competitividad de las exportaciones no relacionadas con el gas en el país (las flores, los cultivos de girasol, entre otras). De esta anécdota no tan graciosa viene el bautizo de la situación que implica adicionalmente grandes flujos de inversión extranjera directa, entrada masiva de divisas al país y notables incrementos en los precios del recurso natural, pero también de las actividades relacionadas.
Y no sólo pasó en Holanda, también pasó en países petroleros en la década de los setenta, al igual que en Colombia con la bonanza cafetera de 1980 donde un aumento del precio de cotización del grano, los demás sectores se vieron perjudicados.
Los síndromes de esta enfermedad tienen un incómodo pero cierto parecido con la actualidad en Barrancabermeja. Un flujo masivo de dinero (más de ocho mil millones de dólares de flujos de inversión en HDT y PMRB en un lapso de diez años), un sector específico, inversión extranjera directa temporal (Foster Wheeler y de ahí para abajo) y un aumento considerable en el precio de todo lo que rodea al sector. Visto de la manera más sencilla, esta teoría explica el porqué Barrancabermeja tiene el precio de huevo más caro de Santander, la energía eléctrica más cara de la región andina, las pensiones escolares más altas del departamento, los incrementos porcentuales en arriendos más altos del país y la valorización más alta en finca raíz de la historia. De nuevo, it’s the economy, stupid!
Y en ese sentido de las cosas, es cuando el Gobierno Municipal, con inversiones tan altas, con flujos de regalías nunca antes vistos y presupuestos tan exorbitantes debe encargarse de tener un manejo de las finanzas públicas muy responsable, pero sobre todo, una persona que sepa de política económica, y sus decisiones tengan el más mínimo ingrediente de lucidez monetaria. Pero acá, ni lo uno ni lo otro. Nadie está pidiendo un ex-director del Banco de la República, pero tampoco es justo que nombren a alguien que tenga por hobby redactar convenios de colaboración ciudadana en el cargo.
Para nadie es sorpresa: Barrancabermeja tiene una burbuja especulativa con el tema del petróleo y gas, y nadie hace nada al respecto. Lo sabe el ingeniero, el pensionado, el pescador y el empresario. La ciudad es costosa para el nivel de vida de Colombia y como todos vivimos pensando en los cinco años de bonanza que vienen (incluyéndome) lo aceptamos a regañadientes. Las soluciones tampoco son suficientes: Una comisión verificadora para el establecimiento de los arriendos es la idea más ridícula que he escuchado en mucho tiempo y demuestra una vez más la ligereza con que la administración se toma los problemas. La opinión pública tampoco ayuda mucho: si el municipio ahorra, está mal porque la plata no se puede quedar en los bancos; si lo invierte, es sinónimo de corrupción, desfalcos y despilfarro. No es de lo uno ni de lo otro, es simplemente ponerle sentido común a un presupuesto de 400.000 millones, priorizarlo y poner en el mismo hilo conductor a la comunidad, al sector privado, a los grupos de interés y a la sostenibilidad financiera de Barrancabermeja.
Alguna vez le escuchaba a un gran amigo comentarme con un poco de tristeza sobre el problema de las bonanzas de recursos naturales en el mundo, que siempre se muestran como la panacea y tiempo después solo dejan miseria, inequidad y subdesarrollo. Me citaba a Nigeria, a Perú, a Bolivia y a Haití. Yo le respondía con algo de incredulidad: ¿y Dinamarca, Rusia, Finlandia y Holanda? Es diferente, replicaba: “cuando tuvieron la bonanza ya estaban bien, mientras que en mis casos la bonanza lo era todo para los países”. No es del todo cierto, los commodities representan la mayoría de los ingresos en los cuatro estados europeos. Esto demuestra que el problema no es el boom per se, si no como se afrenta, y con quiénes se enfrenta. Y si hacemos un alto en 2010, y miramos hacia 2015 con todos los factores quietos, estamos más cerca de parecernos a Abuja que a Copenhague.