sábado, 30 de enero de 2010

Las ironías de Barrancabermeja.

La historia de la actividad petrolera en Colombia está directamente ligada a Barrancabermeja y viceversa. Desde los años de 1905, cuando el Coronel José Joaquín Bohórquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le presentó a Don Roberto de Mares unas muestras de petróleo obtenidas en el campamento de Infantas (en honor a una alteza española que jamás visitó estas tierras) cerca del poblado donde se levantaban a eso de las 6 de la tarde unas “barrancas bermejas”, nació la historia de este municipio; historia fascinante aunque llena de ironías.

Yo tengo mi propia historia con Barrancabermeja. Una que inició más exactamente en el Corregimiento El Centro hacia el año de 1984 y que, después de dieciséis años y fue interrumpida con una promesa de retorno, cumplida un poco tarde hasta principios de 2007. El próximo mes, cumplo dos años de regresar a Barranca, de regresar con otra mentalidad, con otro propósito y con otra visión. Y aunque algunas cosas han cambiado, para mí todo sigue siendo igual. No quiero caer en el lugar común de la bonanza petrolera, del gran momento del municipio, y de las cosas grandes que nos esperan porque todavía hay mucho por hacer. Y eso, de entrada, es ya una ironía.

Ironía como las que está llena nuestro exótico y caluroso municipio, ironías como las que se encuentran a la vuelta de la esquina y hacen parte ya de nuestro cotidiano vivir. Ironías como la inútil formación de más de 2.500 “profesionales” en HSE y Seguridad Industrial cuando la oferta local no sobrepasa los 500; ironías como las de estos profesionales, en ejercicio de su labor diaria, después de un día arduo de seguir las estrictas normas de seguridad, salgan en sus motos sin casco y sin chaleco, incumpliendo normas básicas de movilidad y convivencia. Ironías como las del estudio publicado el año pasado por el Ministerio de Educación, donde demostró que de cada 100 estudiantes bachilleres beneficiados por el Plan Educacional de Ecopetrol, 75 escogen ingenierías, pero la gran mayoría de los ingenieros en Barrancabermeja son de otras partes. Ironías que van, y vienen, como las de la ingeniosa idea de hacer del Magdalena Medio un departamento, y que nuestro municipio sea la capital, cuando ni siquiera somos capaces de hacerla crecer como ciudad intermedia. Ironías tan profesionalmente válidas como el título de abogado del líder de la iniciativa anterior.

Sarcasmos que parecen fruto de la realidad mágica del diario vivir colombiano: por un lado productores de gasolina, por otro: comercializadores de la peor calidad de combustible en el país. Ironías tan fuera de lugar e increíbles como que en Barranca se produzca la mayoría del asfalto Colombiano, pero a pesar de todo, la malla vial esté totalmente deteriorada y no exista infraestructura vial decente.

Sin embargo hay que aceptar algunas cosas. Barrancabermeja sí ha cambiado para bien. Pero los esfuerzos vienen concentrados solamente en dos fuertes: Ecopetrol y la clase empresarial. La sociedad no tienen ninguna participación en esto, porque de resto, es el mismo reflejo de hace diez o quince años. La ciudad jamás la encontrarían como está hoy, si no es por la infinita dependencia del municipio con la petrolera más grande del país, y una de las cuarenta más grandes del mundo. Esto impulsado por tres grandes iniciativas: el incremento del precio del barril hasta el histórico de 140 dólares en julio del año pasado, el proyecto de Hidrotratamiento y la iniciativa a mediano plazo de Modernización de la Refinería de Barrancabermeja. Dicho esto, los comerciantes, empresarios e industriales de la ciudad han querido tener su participación de la misma y hasta hoy, el balance es positivo. Desde la Cámara de Comercio, y otros gremios se aúnan esfuerzos para volver a nuestras empresas mucho más competitivas y desarrolladas y gracias a esto, hoy día existen empresas locales que han crecido gracias a este momentum, robusteciendo sus estados financieros, reinvirtiendo en la ciudad, la región y generando empleo. Claro, hay también empresas del otro tipo, como las contratistas de afuera, que con el ánimo de exprimir hasta el último centavo de utilidad arrienda viviendas familiares como centros de operación logístico y tienen a sus gerentes apoltronados en Bogotá, donde visitan Barrancabermeja una vez cada dos meses y después de sudar profusamente pensarán: por 15.000 millones de pesos todo vale la pena. Más o menos una versión barranqueñita de capitales golondrina: inversión extranjera directa de mentiras, de fachada, de esa que el presidente Uribe tanto detesta, pero que los corredores de bolsa añoran y proclaman.

Y la gente sigue cayendo en estas ironías que a veces, de tanto escucharlas, suenan chistosas: de gente que sólo quiere trabajar en Ecopetrol, y se refieren a ella como “la empresa”, como si no existiera otra más; o de gente que por una dotación industrial, caen en el error común de llamarlo ingeniero y pretender cobrar tres millones de pesos por el arriendo de un apartamento nada espectacular. Es que tenemos bonanza petrolera dicen los arrendadores, dicen las prostitutas, y también lo profesan los comerciantes, los bares, los restaurantes, los clubes y los colegios. Como decía anteriormente, todos queremos un pedazo de este gran momento.

Un gran momento que no se traduce inmediatamente en índices de equidad, ni de acceso a salud, ni de educación, ni siquiera de desempleo, que cualquier persona de a pie pensaría lo contrario. Irónicamente, el gran momento de la ciudad poco pertenece a los que somos de acá. Por esto me animo a intentar escribir todas las semanas un poco sobre todos estos temas. Ya me siento con la capacidad de expresar mi libre opinión sobre lo que me gusta, lo que no me gusta, lo que creo y lo que no, de la ciudad que me hace feliz. La idea es criticar, pero también generar un espacio para que se encuentren propuestas y soluciones a una causa común que nos debe interesar a todos.